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La dictadura de lo feo

La dictadura de lo feo

Todo es bonito, prolijo y lindo en las redes sociales, atraídos por dejar plasmado todo lo que hacemos, a dónde vamos, en Instagram, la estética del momento se convirtió en algo chato y poco atractiva visualmente. 

Pero… ¿se dieron cuenta que de pronto la mayoría de las marcas viraron a un estilo (tanto para campañas, redes sociales, etc.)? Todo arrancó en un lugar y en este caso fue Vetements quién trajo de vuelta una corriente artística que ya conocíamos pero no la habíamos aplicado a la moda: el feísmo.

¿En qué consiste o qué es lo feo? El feísmo, generalmente, busca ridiculizar el contenido a través del continente.

Seguramente, habrás advertido que el feísmo no es flor de un día y que esta corriente estética (con tintes filosóficos) vino para quedarse; al menos el tiempo suficiente como para ser considerada como un movimiento de peso y digno de estudio.

En estos tiempos locos del fast fashion que un pensamiento y corriente estética como esta dure tanto tiempo, es una celebración y quedará como hito en la historia.

Feísmo lease como la tendencia artística o literaria que concede valor estético a lo feo. Históricamente el artista se ha valido del feísmo –a través de la novela realista, la picaresca o la poesía satírica para poner en conocimiento de la sociedad los elementos que aborrece. El feísmo, generalmente busca ridiculizar el contenido a través del contenido, como la estética expresionista. 

Y si hay algo que lo confirma es la inclusión de esta estética en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, que dedicó su exposición de moda y su famosa Gala MET al Camp, el gusto por lo antiestético, resumiendo mal y pronto. Esto fue algo muy inusual y que nos sorprendió a todos. 

Antes de obsesionarse con el deconstructivismo, Rei Kawakubo abrió las puertas de la pasarela al feísmo –y rompiendo los límites establecidos entre oriente y occidente, la moda y la antimoda, lo antiguo y lo moderno– en el primer desfile de Comme des Garçons en París en abril de 1981.

Otro gran diseñador de esta corriente es el georgiano Demna Gvasalia, tras su paso por Louis Vuitton y Maison Martin Margiela, recuperó la estética feucha para Vetements en 2013 y dos años después la impuso en Balenciaga tras sustituir como director creativo a Alexander Wang. Claro, no lo hizo solo sino con su amiga y estilista Lotta Volkova.

¿Y cómo lo hizo? Bueno desde incluir siluetas ridículamente grandes, total looks con estampados psicodélicos, accesorios fuera de lo común hasta la incorporación de modelos/gente común en sus pasarelas. 

Gvasalia lucha contra todos los que lo precedieron. “Antes la moda iba de soñar. Creo que las nuevas generaciones de diseñadores son mucho más pragmáticas. Personalmente creo que hay que ser práctico para ser honesto”. Con estas palabras el creador parece defenderse de todas esas voces histéricas que lo acusaron de traicionar el ADN y destruir la firma de Don Cristóbal.

 

A raíz de esta corriente, los diseñadores más clasistas tuvieron que repensar sus planes de colecciones y comunicación y analizar la posibilidad de incorporar elementos, accesorios y prendas que vayan con esta estética, para no quedarse fuera del sistema. 

Y ahora nos preguntamos: ¿sucumbo o no al feísmo? La respuesta es muy sencilla: hace lo que tengas ganas, la nueva moda es irónica y no conoce prejuicios. Tampoco juzga. Se fiel a vos mismo.

La acepción del feísmo tiene manga ancha y hay quien reivindica el término sin pretensiones artísticas o morales. Para ellos el feísmo ofrece un resultado atractivo, hallan en él un placer sádico o buscan emociones fuertes.

Francamente, y siendo prácticos, esta nueva ola de feísmo le permite a uno vestir lo que tengas ganas.

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